Anna paseará por Europa el último personaje lírico de Chaikovski, Iolanta, la joven princesa que vive sin ser consciente de su ceguera.

Casi cuatro décadas después de la muerte de Maria Callas, un aura distinta rodea a la pléyade de sopranos del siglo XXI. “Una diva, además de cantar e interpretar, tiene que ser una diosa en la vida cotidiana”, sentenció la soprano de origen griego, responsable de marcar en el inconsciente colectivo los parámetros de este oficio, a medio camino entre la idealización mitómana y la sublimidad artística.

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Este tipo de mujeres, no sólo en la ópera, se convirtió, a mediados del siglo pasado, en un modelo para tantas otras féminas por su estilo y su fuerte personalidad en un mundo dominado por hombres.

No fue hasta Maria Callas, por ejemplo, cuando se rompió la tendencia de que fuera el tenor el intérprete principal de las obras líricas. Pero, en cualquier caso, para que a una cantante se le cuelgue la etiqueta de diva es necesario que posea una personalidad arrolladora, muchas veces reforzada por una ascensión meteórica al estrellato.

La propia Netrebko, hace poco más de veinte años, trabajaba en el Teatro Mariinski como limpiadora para poder estar cerca del escenario. Tras una audición, Valeri Guerguiev la convirtió en solista y la dio a conocer en Estados Unidos. Luego arrasó en el Festival de Salzburgo. El resto es ya parte de la historia.

En la memoria de la ópera queda la noche en que Callas, a media función, huyó por la puerta trasera de la Scala porque un resfriado no le permitía estar a la altura del público milanés. «Nessuno può sostituire la Callas», gritó la platea.

Aunque nadie es irrepetible, sí somos sustituibles, y el testigo del divismo operístico descansa ahora en otras manos. Por otra parte, ya no se potencia el mismo misterio. No existe una grabación en vídeo de una actuación completa de Maria Callas, pero a Anna Netrebko la podemos ver actuar para el cine y en alta definición. O bien podemos conocer su lado íntimo a través de su videoblog.

Espontánea, expansiva, enérgica, la soprano de Krasnodar ha abierto el mundo de la ópera a un público muy amplio que exige ya no sólo la excelencia de la voz, sino también la presencia y el magnetismo de las actrices de la gran pantalla. Y eso hace torcer el gesto a más de un purista.

La carrera de Anna Netrebko se encuentra en plena transición. Además de formar una familia con el bajo-barítono uruguayo Erwin Schrott, su voz ha ganado en peso y oscuridad, espoleándola a debutar en papeles más dramáticos. Nueva situación, nuevos retos: la Tatiana de Eugenio Oneguino la Elsa de Lohengrin. En un pequeño alto de su gira, Rusia Hoy conversa con la prima donna rusa. 

Ahora está inmersa en una gira europea con la versión en concierto de Iolanta. Hace muy poco inauguró la temporada del MET, cantó en el Teatro alla Scala, recibió el premio ‘Menschen in Europe’ por su contribución al arte… Su agenda debe de exigirle una gran fortaleza física y mental.

Cuando eliges la ópera profesionalmente sabes que tienes que estar dispuesta a todo. Este tipo de vida, sí, es un poco alocado, diferente al del resto de la gente. Pero ¿qué puedo hacer? Conozco bien este mundo y lo que quiero conseguir. Desde luego, con la llegada de mi primer hijo todo se ha ‘complicado’ un poco, pero no pasa nada. Es mi problema y nadie tiene que darse cuenta. Y menos el público. Pero trato de pasar el máximo tiempo posible con mi familia.

¿Cómo es el personaje de Iolanta, que está interpretando?

Es una princesa ciega que no sabe que lo es. Entonces llega un joven apuesto que le descubre su condición, que existe un mundo visible. Se enamoran a pesar de su ceguera y ella recupera la vista. Dicho así, parece una historia un tanto simple, pero es extremadamente bella y sensible. Se trata de la última ópera de Chaikovski y, a pesar de ello, tiene un final feliz, lo cual no es muy corriente en las óperas rusas. Hace solo unos años que la incorporé a mi repertorio.

Últimamente, no se programa tanta ópera rusa en los teatros europeos y americanos, ¿cree que es una moda pasajera?

No lo sé, cada temporada hay unas obras o autores que se ponen de moda. Hace unos años parecía que todos programaban La BohèmeLa Traviata… Hoy puede ser Wagner y mañana otra cosa. A veces da la impresión de que una obra se repite de un teatro a otro. Hace unos años la ópera rusa sí tenía una presencia más fuerte. Es cuestión de tendencias.

Aparte de en tu país natal, Rusia, vives entre Estados Unidos y Austria. Otra cultura está muy presente en tu vida, la latinoamericana, por tu marido. Hace un año y medio Schrott publicó en el sello Sony Rojo Tango. ¿Crees que algún día cantarás en español?

Tengo la suerte de que a veces cantamos juntos, en óperas, conciertos o galas benéficas. Estamos buscando también fechas para hacerlo en Latinoamérica. Cabe la posibilidad de que sea el próximo año, pero aún no hay nada seguro. Quién sabe si algún día lo haga en español, nunca digo no a nada… al menos, al principio. Erwin me fascina como cantante, tiene un talento extraordinario.

Existe una construcción social de la figura de la diva. Los medios –sobre todo los no especializados– y una parte del público, así como por exigencias de las casas discográficas en busca de atraer la atención, buscan a quien colgarle la etiqueta. ¿Se sigue con esta idea romántica del siglo pasado?

El mundo ha dado muchas vueltas, la escena operística no es como la de hace cincuenta años. En nuestro caso, intentamos vivir la ópera como parte de una gran familia. Además, con las nuevas tecnologías puedo estar en contacto con mis seguidores, chatear con ellos. Nunca me he creído ese papel de diva. Soy como soy y, al final, lo que importa de verdad es la voz. Sin ella, estaría vendiendo humo. No nos engañemos, lo esencial de una soprano es su voz. El resto es accesorio.

Abajo podemos ver un video de Anna:

En los próximos años vas a interpretar personajes nuevos en los que habías mostrado interés, personajes más dramáticos, como Elsa o Leonora. ¿Qué le mueve a escoger uno u otro?

La mayoría de veces sigo mi intuición. Siempre se toman unos riesgos asumiendo este tipo de personajes, pero es lo que tienen los retos. Ya veremos dentro de unos años cuál será el veredicto del público. Es un proceso que requiere de mucho entrenamiento, estudio y saber avanzar pasito a pasito. Tengo muchas ganas de dejar atrás los papeles alegres e inocentes y penetrar en territorios más oscuros. Es también una consecuencia de los cambios naturales en mi voz, no tanto una cuestión de impulso personal. Mi personalidad nada tiene que ver con las mujeres que interpreto. Los escojo porque me gusta la partitura, la historia. Pero insisto, es por mi voz, que ha madurado con el tiempo. Para mí, ya no es un reto interpretar papeles de jóvenes.

El pasado julio actuó en una gala en el Marinskii, el teatro que la vio nacer como cantante solista.

Es una pena no poder hacerlo más a menudo, pero cada vez tengo menos fechas libres en el calendario para poder actuar en San Petersburgo. Ya no paso tanto tiempo allí, los contratos son los contratos. Pero siempre que puedo, entre compromiso y compromiso, me escapo.

La ópera es un género extremadamente exigente. ¿Alguna vez se ha sentido sobrepasada?

Por suerte, nunca he pasado por un periodo bajo. Sí que a veces he podido tener menos éxito, que las cosas no hayan salido del todo bien. Incluso con el mismo personaje cosechas un gran éxito en una producción y luego, en otra, pasas desapercibida. Pero no importa, incluso cuando tengo un día malo intento sacar fuerzas de donde sea.

Alguna vez ha contado cuando decidió que quería consagrarse a la ópera: al final de una función de Macbeth, en el Marinskii. Ha descrito el silencio que se produjo y la emoción, justo después del final. Qué le seduce más de ser soprano, ¿tener el control de los sentimientos del auditorio o vivir en la piel de otros personajes?

Sin duda escogí esta profesión para poder vivir otras ‘vidas’, pero siempre he tenido muy, muy claro lo que es verdad y fantasía.

¿Y cuál es su relación con el mundo de la publicidad?

Actualmente solo soy imagen de la firma Chopard. Los conozco desde hace tiempo. No me gusta atarme mucho. Con la ropa me pasa un poco lo mismo, me gusta variar de diseñadores. Últimamente visto a menudo prendas de Oscar de la Renta.

¿Y cómo lleva esta nueva posibilidad de ver en directo sus actuaciones en cines, donde se puede ver tan de cerca los gestos de los cantantes?

No tengo ningún miedo a las cámaras. Creo que es una iniciativa muy interesante. Si tuviera más tiempo no dudaría en ir al cine a ver ópera. No es lo mismo que en directo, pero no deja de ser atrayente y, por lo que sé, está teniendo una acogida bastante buena. Porque no se trata de una versión pensada para la pantalla sino una actuación en vivo. Así que el espectador encuentra en los intérpretes la misma energía que si estuviera en el teatro. Tenemos que cantar igual que ante un aforo de dos mil localidades.

Leí que Plácido Domingo decía que puede haber mucha gente que quiera ser famosa, pero sólo el público escoge a quién lo será. ¿Imagina por qué el público la ha escogido para ser una de las sopranos relevantes del siglo XXI?

Estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación. En mi caso, no lo sé, sinceramente. El público decide quién les gusta y quién no. Se busca el talento, que tengas una imagen adecuada y que escojas un repertorio apropiado. Tiene algo de lotería.

 

* Datos: Marta Rebón, Rusia Hoy, 27 Nov.2012

La belleza de lo pobre

El Museo de Diseño de Moscú (MDM) abre sus puertas con una exposición sobre el diseño soviético de posguerra. Aspiradores, cámaras fotográficas, automóviles… En la exposición conviven productos que se fabricaban en serie con proyectos inacabados.

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“Cuando decidíamos cuál sería la primera exposición del Museo de Diseño de Moscú (MDM), comprendimos enseguida que debía ser de diseño nuestro y no occidental”, dice la directora, Alexandra Sankova. 

“Empezamos a buscar objetos de exposición e hicimos una gran cantidad de descubrimientos. No sólo tomamos objetos de museos privados y estatales, de coleccionistas y herederos, sino que también los adquirimos en sitios web, los recogimos gracias a amigos y en dachas, e incluso un par de ellos los encontramos en el basurero. Estos objetos constituyen nuestra infancia, el periodo más feliz de la vida. Y además, conseguimos dar con la gente que los hacía. Fue un milagro”. 

La exposición nos invita a mirar aspiradores viejos, cámaras fotográficas y planchas no como un conjunto antojadizo, sino como fruto del trabajo innovador de artistas e ingenieros soviéticos cuyos nombres finalmente se han descubierto. 

El diseño soviético se desarrolló sin estímulos visuales: en el marco de la economía planificada y fuera de la competencia con Occidente. 

En las décadas de 1950 y 1960 los bienes de consumo se produjeron en base a las posibilidades de las fábricas y no de las exigencias de los consumidores. 

Pero, en 1962, se creó el Instituto Científico y de Investigación de Estética Técnica de toda la Unión (VNIITE), “a fin de mejorar la calidad de los productos de ingeniería y los artículos de uso cotidiano mediante la aplicación de métodos de creación artística”. 

Toda la historia del diseño soviético es contradictoria. En ella se da un dualismo: el fabril y el individual. 

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En la exposición, junto a objetos producidos en series de millones, hay modelos únicos. Por ejemplo, vestidos manufacturados con telas de la fábrica ‘Krásnaia Roza’ se exhiben al lado de un traje confeccionado por encargo. 

Por un lado, vemos reproductores de música encendidos con altavoces de ‘cartón’ y, por el otro, cadenas musicales con tecnologías espaciales y maquetas de tecnología de audio, procedentes de la colección de la familia del diseñador petersburgués Nikolái Slesarev, hechas con papel perfectamente encolado (y que no llegaron a materializarse). 

Es un signo de esos tiempos: lo realizado convivía con lo que se quedaba meramente en proyecto, y esto último era más cuantioso. 

Hay objetos insólitos, podían permitirse hacerlos, y algunos que no llegaron a materializarse se exponen en maquetas. 

Llama la atención el anonimato: a pesar de que los objetos se producían en series millonésimas, nadie sabía los nombres de sus diseñadores. En el mejor de los casos, se conocía el nombre del estudio de diseños y proyectos. 

El Museo del Diseño, tras un esfuerzo ingente, descubrió los nombres de esos diseñadores. 

Muchos de ellos han sido grabados en entrevistas de vídeo que se enseñan en la exposición. Entre ellas, por ejemplo, está la de Yuri Soloviev, uno de los pioneros del diseño industrial en la URSS: inmediatamente después de la guerra le encargaron el diseño de un vagón de pasajeros. 

Hay también una entrevista con Vladímir Runge, diseñador de la fábrica de mecánica óptica Krasnogorsk, que producía una cámara fotográfica tan competitiva como la Zenit. 

Otro héroe es Valeri Akopov, el diseñador gráfico que elaboró el sistema de pictogramas para las Olimpiadas de Moscú de 1980. Svetlana Mirzoyan en Riga participó en el diseño del microbús RAF (que en tiempos soviéticos se utilizó como ambulancia y para otros servicios) y también creó objetos cotidianos como aspiradores y candiles. 

La curadora de la exposición, Alena Sokolnikova, explica que “ahora los principios del diseño técnico están muy próximos al concepto occidental de diseño ecológico contemporáneo, que no sólo incluye una forma externa armónica sino la utilización de materiales naturales. 

Hay una reflexión de todas las etapas de la existencia del producto, desde el envoltorio hasta el reciclaje. Vemos aquí, por ejemplo, una botella soviética de kéfir. No llevaba etiqueta (sin costes de impresión, pegamento y su posterior procesamiento). Según el color de las tapas de aluminio, variaba el contenido: no sólo de kéfir, sino también de leche, de riázhenka (leche agriada al horno) y otros productos lácteos. Todos sus materiales, el vidrio y el metal, se podían reciclar. Y con todo, el aspecto de la botella es estético y armonioso”.

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“Queremos mostrar que el diseño soviético no acaba con la vanguardia y el constructivismo», explica la directora del museo, Alexandra Sankova. 

Prometen que en un futuro desarrollarán cada una de las secciones de la exposición en muestras separadas: moda, diseño soviético para niños, ocio y hobby. 

Según Sankova, en el extranjero ya se han interesado por la exposición, a pesar de que el museo se acaba de inaugurar. Se sabe ya que, después de pasar por Moscú, la exposición se exhibirá en Eindhoven, en el marco del año dual Rusia-Holanda. 

 

* Artículo publicado originalmente en Kommersant.  9 de diciembre de 2012 ,(Tatiana Markina)

«El arte actual es decepcionante»

Pintor dijo no estar interesado en el arte contemporáneo y dio como ejemplo las obras del célebre Andy Warhol, que según su percepción no son de valor

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El artista plástico Fernando de Szyszlo calificó de “decepcionante” el arte actual. En entrevista con la Agencia Andina, el pintor, que viene presentando una muestra con obra inédita, dijo no estar interesado en el arte contemporáneo por poseer “conceptos que no tienen nada que ver con la pintura”.

Dio como ejemplo los cuadros de Andy Warhol, que alcanzan grandes cotizaciones pero que no son, en su opinión, valiosos.

“Cuando uno mira el arte fríamente, esos retratos de Marilyn Monroe o Mao Tse Tung de Andy Warhol no se explica cómo hay gente que puede pagar cuatro millones de dólares”, mencionó.

Fernando de Szyszlo

De acuerdo a su análisis, el público que compra este tipo de arte se siente entendido en la materia por adquirir piezas que sus amigos no comprenden y que les va a chocar.

“No hay que olvidarse que el urinario de Duchamp se expuso en 1917, hace casi cien años. Ahora ya a nadie le choca”, mencionó el artista.

El artista aseguró que cada vez hay más personas que se están dando cuenta de la pérdida de“profundidad y sentido, de significado” de las nuevas propuestas.

Indicó que autores como su amigo Mario Vargas Llosa en su libro La civilización del espectáculo o los textos del recientemente fallecido crítico de arte Robert Hughes comparten esta visión suya sobre el estado actual.

NADA TIENE PESO
Ante la pregunta de si el arte actual depende más del marketing que de otro aspecto, indicó que “es peor que eso”.

“El arte que se produce ahora, se ha perdido profundidad. Se ha vuelto todo light. La novela, la pintura. Nada tiene peso. Eso se ha extendido a la vida humana. El amor ni el sexo tiene peso. Ahora el sexo es una gimnasia”, precisó.

En opinión de Fernando de Szyszlo es una mala época para el arte y la civilización. Sin embargo, recuerda que periodos así ya se han vivido con anterioridad.

“El siglo XVIII es uno muy malo. Hay grandes pintores. Pero cuando uno ve a Boucher y a esos pintores de la corte de los Luises, son unos artistas insoportables. El único que ha sobrevivido es Antoine Watteau “, sentenció el artista.

* «El Comercio», 9 Diciembre del 2012